¿Liberalizar o perseguir las drogas? Debatimos sobre este controvertido tema en el podcast de Borja Bandera.
Transcripción:
Vamos a entrar en el eterno debate: ¿liberalizar el uso de drogas o perseguirlo? Es decir, ¿dónde te quedarías si tuvieras que optar por un lado o por otro, con lo que sabes, con lo que has estudiado, con tu trabajo? ¿Te inclinarías más hacia la liberalización o hacia la persecución?
A ver, creo que ahí hay una falsa dicotomía en la que ambos extremos son muy peligrosos. Francamente, lo que pienso es que llevamos muchos años, más de 100 años, de políticas de control de drogas a nivel internacional. El intento ha sido eliminar ciertas drogas, y los resultados han sido muy decepcionantes. Quiero decir con esto que, al final, si las políticas de drogas nacieron con el objetivo de eliminar los daños a la salud pública que producen las drogas, han fracasado totalmente. Porque no es solo el consumo de sustancias lo que importa; esto no está necesariamente ligado exactamente al daño que produce. Muchas veces, el consumo de sustancias, si se lleva a cabo en un contexto de conocimiento y de prevención, es decir, de reducción de daños y riesgos, puede tener mucho menos impacto del que se cree.
Pero yendo un poco al origen de estas políticas, si su objetivo principal era proteger la salud pública, han fracasado totalmente. Entonces, ante esta situación, creo que deberíamos explorar nuevas opciones. Una de esas opciones nuevas que creo que deberíamos explorar probablemente no incluiría una liberalización total, porque, personalmente, considero que un acceso libre al mercado, como tenemos con el alcohol o el tabaco, me parece peligroso a nivel general.
¿Qué ocurriría en ese caso? Imagina que mañana sales a la calle y todas las drogas ilegales se vuelven legales. ¿Qué crees que sucedería si tuvieras que hacer un pronóstico para los próximos seis meses? Hombre, creo que no ocurriría algo tan horrible como la mayoría de la gente piensa, pero tampoco creo que eso sería un paraíso ni mucho menos. Creo que habría muchos más problemas de los que hay ahora mismo, al menos a corto plazo. Luego, a largo plazo, probablemente la situación se equilibraría. Por ejemplo, yo ahora mismo podría irme a un bar y beberme cinco copas; nadie me lo impide, pero no lo hago. No es porque no me lo permita, sino porque tengo un conocimiento de lo que hace esa sustancia y, a lo mejor, prefiero dejarlo para un fin de semana si me apetece hacerlo. Hay gente que decide no hacerlo nunca en su vida y ya está; yo, por ejemplo, no soy fumador, podría comprar tabaco siempre que quiera, pero nunca lo he hecho ni creo que lo haga, porque no es una sustancia que me atraiga en lo más mínimo.
En este sentido, creo que la clave está en la información. Para mí, algo que se podría probar y que creo que ha funcionado en los lugares donde se ha intentado es implementar una política de mayor información y conocimiento para la opinión pública acerca de lo que son las drogas, los efectos que tienen y los riesgos que conllevan. La gente tiene que saber tanto lo “bueno” como lo “peligroso”. Si solo nos quedamos con la imagen peligrosa de las drogas, luego se cumple mucho el cuento de Pedro y el lobo. La gente, cuando se acerca a las drogas habiendo oído todo eso horrible y prueba una droga, si la primera vez que la toma no le pasa nada malo, dice: «Ah, bueno, entonces me han mentido», y se pasa al otro lado, al lado de «esto no pasa nada, es todo superpeligroso». Al final, creo que es fundamental hacer una buena educación basada en la prevención, en fortalecer las conductas que pueden hacer a las personas más resilientes frente al consumo de drogas. Por ejemplo, la asertividad: un chaval de 16 años que vive para su entorno social debe saber que el hecho de que sus amigos hagan algo no implica que él tenga que hacerlo obligatoriamente. Saber decir “no” cuando no se quiere hacer algo es una habilidad importante.
Una vez hecho eso, creo que se debería regular un sistema de acceso a las drogas. Es decir, que aquellas personas que puedan demostrar un conocimiento teórico previo de las sustancias puedan acceder a ellas sin necesidad de recurrir al mercado negro. Muchos de los problemas actuales con las drogas no son problemas inherentes a las sustancias en sí mismas, sino problemas del estatus de legalidad que tienen. Por ejemplo, la adulteración no existe en los mercados regulados; existe en los mercados ilegales porque no hay ninguna autoridad que lo controle. La criminalidad relacionada con las drogas a día de hoy no se compara con el crimen que rodea al alcohol o al tabaco. No hay narcotráfico de café, es decir, todas esas drogas no tienen esos problemas porque están en un mercado legal.
Entonces, creo que debería haber un mercado regulado de las sustancias con un control de acceso estricto, que garantice que las personas que acceden a las sustancias tienen un conocimiento básico. Estoy pensando, por ejemplo, en el sistema que tenemos para acceder a bienes peligrosos, como un vehículo. Para conducir un coche hoy en día, necesitas sacarte un carnet. Esto no va a evitar que haya accidentes, pero sí que hace el sistema más seguro en comparación con regalar coches a todo el mundo sin tener ni idea de las señales de tráfico. Lo que se busca es reducir al mínimo los riesgos de las sustancias, sabiendo que no es posible eliminarlos del todo, pero que la situación actual es probablemente más dañina para la salud pública que un sistema regulado, que creo que funcionaría mejor.
El consumo de drogas, legales o ilegales, conlleva riesgos y no es recomendable. Sin embargo, si decides hacerlo, infórmate bien sobre la sustancia, su duración, efectos y dosificación. Utiliza servicios de reducción de riesgos como Energy Control (España), Dance Safe (USA), Kosmicare (Portugal) o Échele Cabeza (Colombia).
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