¿Sabes por qué se prohíben ciertas drogas? Lo explicamos en el podcast El Sentido de la Birra, Capítulo 438.
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Transcripción:
¿Qué es lo que crea la política o las normas de lo que sí entra y lo que no entra?
Lamentablemente, las normas y políticas de drogas no surgen de un consenso científico ni de evidencia medible, aunque lo parezca. En la mayoría de los casos, surgen de criterios morales. En sus orígenes, la moralidad y el racismo jugaban un papel importante en la creación de estas políticas. Por ejemplo, en Estados Unidos, la política de drogas a menudo estaba relacionada con el control de ciertos grupos étnicos: el opio era asociado con los asiáticos, la marihuana y la cocaína con los afroamericanos, y así sucesivamente. Esta tendencia reflejaba un deseo del gobierno de controlar poblaciones específicas sin poder encarcelarlas directamente por sus ideas, pero sí por lo que llevaban en sus bolsillos.
Un ejemplo es la diferencia en la penalización del crack y la cocaína, aunque el principio activo es el mismo: clorhidrato de cocaína. El crack, más accesible y consumido por estratos sociales más bajos, tiene penas mucho más severas que la cocaína en polvo, consumida por clases más altas.
Además, las políticas de drogas han sido influenciadas por factores culturales y religiosos. El alcohol, por ejemplo, es legal y ampliamente aceptado en muchas culturas occidentales porque es parte de la Eucaristía en la religión judeocristiana. En cambio, otras sustancias que eran sacramentos en religiones diferentes, como el peyote o la ayahuasca, son vistas como peligrosas y demoníacas.
Desde un punto de vista objetivo, muchas de las sustancias más seguras son los psicodélicos. Estas sustancias tienen muy poco potencial tóxico y no conocemos dosis letales para muchas de ellas, como el LSD, que nunca ha causado una sobredosis mortal en la historia documentada. Los psicodélicos tampoco son adictivos porque no actúan sobre el sistema de dopamina que refuerza el comportamiento adictivo.
La prohibición, en lugar de reducir riesgos, los incrementa. Genera adulteración, crimen organizado, y un tabú que impide el conocimiento y el uso seguro. Por ejemplo, cuando se compra alcohol, se sabe exactamente qué contiene la botella. No hay el mismo nivel de crimen organizado y adulteración que con las drogas ilegales. En el pasado, cuando sustancias como la cocaína y la heroína se vendían en farmacias, no existían los problemas de tráfico y adulteración que vemos hoy en día.
En resumen, la política de drogas está influenciada por criterios morales, culturales y raciales, más que por la evidencia científica. La prohibición ha demostrado ser ineficaz, aumentando los riesgos en lugar de reducirlos.
El consumo de cualquier droga legal o ilegal es una actividad de riesgo y está totalmente desaconsejado, pero si decidieses hacerlo: infórmate bien sobre la sustancia, su duración, sus efectos o su dosificación y analiza en servicios de reducción de riesgos como el de Energy Control (España), Kosmicare (Portugal) o Échele Cabeza (Colombia).
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