Efectos contradictorios en el sistema nervioso central: La fluoxetina puede actuar como un estimulante en algunas personas, mientras que el alcohol es un depresor. Esta combinación puede causar efectos impredecibles, como somnolencia extrema, confusión, deterioro cognitivo o incluso desinhibición y comportamientos impulsivos.
Aumento de la sedación y el riesgo de accidentes: Ambas sustancias pueden provocar mareos, deterioro en la coordinación motora y somnolencia. Esto aumenta significativamente el riesgo de accidentes al conducir o realizar actividades que requieran atención.
Efectos sobre el estado de ánimo: El alcohol puede contrarrestar los efectos antidepresivos de la fluoxetina y empeorar los síntomas de depresión o ansiedad, especialmente a largo plazo.
Sobrecarga hepática: La fluoxetina se metaboliza en el hígado, al igual que el alcohol. Consumir ambas sustancias puede sobrecargar el hígado y aumentar el riesgo de toxicidad o daño hepático.
Riesgo de síndrome serotoninérgico: Aunque no es común, el alcohol podría alterar el metabolismo de la fluoxetina, afectando los niveles de serotonina y aumentando el riesgo de esta condición grave.
Desinhibición y comportamientos de riesgo: El alcohol puede aumentar la impulsividad, lo que podría llevar a decisiones perjudiciales en personas que ya tienen un estado de ánimo alterado debido a un trastorno subyacente.