Depresión respiratoria sinérgica: Tanto el alcohol como la dihidrocodeína deprimen la actividad del centro respiratorio en el cerebro. Su combinación puede causar una respiración lenta, superficial, o incluso detenerla completamente, lo que puede ser fatal.
Sedación extrema y pérdida de conciencia: Los efectos combinados pueden llevar a una somnolencia profunda o coma, especialmente con dosis altas o en personas con baja tolerancia.
Compromiso cardiovascular: La combinación puede causar una disminución peligrosa de la presión arterial, junto con bradicardia (ritmo cardíaco lento), lo que puede provocar un colapso cardiovascular.
Riesgo de sobredosis: El alcohol puede aumentar la concentración de dihidrocodeína en el cuerpo, haciendo que incluso dosis terapéuticas normales resulten tóxicas.
Efectos gastrointestinales y vómitos: La sedación intensa puede suprimir el reflejo de vómito, aumentando el riesgo de aspiración pulmonar (entrada de vómito a los pulmones), lo que puede causar neumonía o asfixia.
Mayor riesgo de caídas y accidentes: La disminución de la coordinación y la función cognitiva aumenta el riesgo de lesiones graves.