Efectos cruzados: Estas sustancias tienen efectos opuestos en algunos aspectos, lo que puede llevar a una sensación de descontrol o confusión mental. La cocaína puede enmascarar la sedación del hachís, haciendo que el usuario consuma más de ambas sustancias, aumentando el riesgo de efectos adversos.
Riesgo cardiovascular: La cocaína ya representa un riesgo significativo para el sistema cardiovascular (aumentando la presión arterial, frecuencia cardíaca y riesgo de arritmias). El hachís, aunque tiene un impacto cardiovascular menor, puede agravar estos efectos al contribuir a cambios en la presión arterial o al aumentar la frecuencia cardíaca en algunos usuarios.
Riesgo psicológico: Ambas sustancias pueden inducir ansiedad, paranoia o incluso episodios psicóticos en dosis altas o en personas predispuestas. La combinación puede amplificar estos efectos, haciendo que sean más intensos y difíciles de manejar. La cocaína, al ser un estimulante, puede intensificar la paranoia o la confusión causada por el hachís.
Sobrecarga del sistema nervioso: La mezcla puede provocar una «montaña rusa» emocional, alternando entre los efectos sedantes del hachís y los estimulantes de la cocaína, lo que puede ser psicológicamente agotador y físicamente estresante.
Riesgo de dependencia: La cocaína tiene un alto potencial de adicción, y combinarla con hachís puede fomentar un patrón de consumo problemático.
Riesgo de descontrol: La estimulación de la cocaína combinada con el juicio alterado por el hachís puede llevar a comportamientos impulsivos o peligrosos, aumentando el riesgo de accidentes o lesiones.